Cuerpo de la mujer, río de oro
donde, hundidos los brazos recibimos
un relámpago azul, unos racimos
de luz rasgada en un frondor de oro.
Cuerpo de la mujer o mar de oro
donde, amando las manos, no sabemos
si los senos son olas, si son remos
los brazos, si son alas solas de oro.
Cuerpo de la mujer, fuente de llanto
donde, después de tanta luz, de tanto
tacto sutil, de Tántalo es la pena.
Suena la soledad de Dios. Sentimos
la soledad de dos. Y una cadena
que no suena, ancla en Dios almas y limos.
Se
trata de un poema del autor bilbaíno Blas de Otero que pertenecen a la obra Ángel
fieramente humano (cuyo título procede de un verso de Góngora),
publicado en 1951 y que alude al contenido esencial del libro: la sed de eternidad
del hombre y contiene todos los rasgos
característicos de la primera etapa de la producción del autor.
Con este libro y el siguiente, Redoble
de conciencia (1951), fundidos posteriormente con algunos añadidos en Ancia,
el poeta bilbaíno se incorpora a la poesía desarraigada de posguerra que
encabezó Dámaso Alonso con Hijos de la ira. Los poemas plasman
con un tono angustiado y desgarrado el vacío existencial en el que vive el
hombre tras la destrucción y desolación que han provocado las dos guerras (la
civil española y la Segunda Guerra Mundial). Es la expresión de la soledad, el
vacío, el silencio, la desesperanza y la sensación de fracaso que se
experimenta en los años 40.
Blas
de Otero tuvo una evolución del “yo al nosotros”, es decir de la expresión de
su angustia individual al canto solidario con los demás seres humanos. Esta es
precisamente la clave que diferencia las dos primeras etapas del autor,
denominadas existencial y social.
En
la primera etapa, existencial, a la que pertenece el poema, se centra en su
atormentada relación con el amor, la muerte y Dios. De esos tres temas
característicos, el poema se centra en dos: el amor y Dios.
La
etapa existencial de la poesía de Blas de Otero es una respuesta a la crisis
espiritual que sufrió en torno a 1945 y que le llevó a perder la fe. Tras los
intentos de unión mística de la etapa religiosa, el yo poético se queda solo y
comienza una búsqueda agónica de una razón de vivir.
En
este poema el autor trata de llegar a Dios por medio del amor humano pero, tras
este, siente un vacío, la soledad de los
amantes (dos) pero, sobre todo, la de
Dios al que se siente atado unido, “anclado”.
El
poema es un soneto formado por catorce
versos endecasílabos pero un poco
especial en cuanto a la rima ABBA, ACCA,
DDE, BEB.
En
el primer verso de cada uno de los dos
cuartetos y del primer terceto utiliza paralelismos ya que usa la misma
estructura “Cuerpo de la mujer, río de oro. Cuerpo de la mujer o mar de oro” en
estos como algo positivo y “Cuerpo de la mujer, fuente de llanto” como algo
negativo.
Los
segundos versos de las estrofas citadas comienzan con anáfora, es decir, por la misma palabra “donde”.
Muy
importantes en el poema son los juegos que hace con los sonidos repitiendo
palabras similares “dos-Dios” (paranomasia), “amando las manos”, “son alas
solas”, “Tanta luz, tanto tacto sutil, de Tántalo” (aliteraciones).
También
utiliza frecuentes encabalgamientos ya que no termina la idea en un verso sino
que la continúa en el siguiente: “Oro/donde, remos/los brazos, tanto/tacto
sutil”.
Para
explicarnos cómo son el cuerpo de la
mujer y la experiencia amorosa se vale de metáforas primero positivas:
cuerpo=río de oro, mar de oro; unión amorosa= relámpago azul, racimos de luz;
senos=olas; brazos=remos, alas pero
después negativas: Cuerpo=fuente de llanto, pena de Tántalo.
En
este poema Blas de Otero emplea palabras que también ha utilizado en “Hombre”
en el que definía el ansia humana de eternidad insatisfecha señalando que era
“Ángel con alas de cadena” Alas, como ya hemos dicho, son los brazos en
movimiento pero también “solas” y la “cadena” tiene el mismo sentido.
Por
último, “suena la soledad” es una
sinestesia, es decir, una mezcla de sensaciones y es una paráfrasis de “la
soledad sonora” de san Juan de la Cruz por lo que podemos señalar que este es
un soneto amoroso-religioso como “Un relámpago, apenas”, “Hombre” o “Porque quiero tu cuerpo”.
En
resumen, este poema es una búsqueda de Dios a través del amor humano y por esto
se podría considerar con la poesía mística
aunque lo que le diferenciaría de ella es la sensación de angustia y
soledad en la que queda el poeta tras la experiencia insatisfactoria del amor
humano.
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